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Antonio Genil. Enviado Especial a Basora.
Han pasado ya 48 horas desde aquel fatídico día en que la Guardia Republicana de Sadam me sodomizara cruelmente. Mi ano se recupera con lentitud (me dieron 257 puntos) y me veo obligado a llevar unos ridículos pantalocitos caquis de felpa (ver foto) con el fin de evitar las incómodas rozaduras. Me es difícil en estos duros momentos ver algo positivo dentro de la oscuridad que se cierne sobre mi y amenaza mi, durante tanto tiempo forjada, estabilidad emocional. Cuando paseo sobre los escombros que jalonan Basora, creo ver sombras que acechan tras las esquinas, oigo las risotas con las que los militares irakíes acompañaban sus violaciones, ¡maldito día!, creo que me va a costar recuperarme de esta traumática experiencia. Pero queridos lectores, hay dos cosas que me animan a afrontar la vida con valentía: una, mi deber moral y social de enviar crónicas al medio de comunicación para el que trabajo que me apoya incondicionalmente y me ayuda a crecer profesionalmente, y otra, mi nuevo compañero sentimental, Mustafá el camarero del local "El Portero", con él, he conseguido por fin encontrar la tantas veces ansiada media naranja que me completase como persona y llenara mis días. Junto a su impresionante físico curtido en saunas masculinas nórdicas dejo ver mi escueto cuerpo serrano. En el último paseo por las calles de Basora, me hizo la foto con la que acompaño esta información, le dije que el mortero me recordaba los miembros erectos de los salvajes que hace dos días horadaron sin piedad mi esfínter trasero, pero él, que estudió dos años psicología en las Islas Feroces (su padre es un importante diplomático) me explicó que el acto de posar con naturalidad junto al arma fálica me ayudaría a superar mi trauma, no se si será cierto, pero no le pienso llevar la contraria, pues en cuanti que me cicatrice el ojals, nos pasaremos el día jincando alegremente.